domingo, 31 de marzo de 2013

Doscientos treinta y tres

      Suena Johnny Cash en la doscientos treinta y tres.

      Carol aplasta una moribunda colilla contra el cenicero, junto a otra veintena de cadáveres de cigarros calcinados. El olor es intenso, mezcla de humo, perfume de mujer y muerte. La muerte, tan presente.
Él se masajea las sienes con las manos tintadas de rojo. Esto no debería ser así. Esto no debería haber pasado. No debería. No debería.

      Carol observa con detenimiento el cuerpo inerte, aún caliente, que hay sobre la cama, tan puro, tan frágil. Tan celestial. Tan jodidamente ensangrentado.
-CÁLLATE- brama él, girándose hacia Carol con los ojos inyectados en sangre. Ella le devuelve una mirada calmada, inquisitiva.
-No he dicho nada- se enciende otro cigarro.
-Lo has pensado. Lo estás pensando. CÁLLATE, JODER. CÁLLATE DE UNA VEZ.
Carol da una calada a su nuevo y reluciente cigarrillo, y el humo se extingue a medida que se distancia de su sonrisa, perversa, prepotente, perfecta. Dolorida.

      Trascurren diez minutos más. Johnny no quiere desaparecer del hilo musical. Carol no ha dicho nada. Él ha llorado. El cuerpo sin vida reclama atención. Los ojos abiertos, la boca abierta. El pecho abierto. Carol no puede disimular una risotada, tan irónica, tan cómica, como desgarradora.
-Dímelo ahora, ¿quieres? Dímelo.
Él vacila. No tiene ni idea de qué es lo que va a hacer. No tiene ni idea de cómo va a terminar esto. Solo sabe que ella no va a volver. Que está muerta. Muerta para siempre. Que ya no queda prácticamente nada. Cien fotos en un ordenador. Doce álbumes en las estanterías de su casa. Un anuario escolar. Miles de recuerdos. Pero más allá, nada.
-Te quiero.
-Más alto, por favor.
-TE QUIERO.
-¿Me quieres? -Carol estalla en carcajadas. Se burla de él. Se burla con todas sus fuerzas. Con todo el odio que su cuerpo puede contener.- ¡Me quieres! ¡Hijo de puta!
Él se abalanza sobre el cadáver, completamente quebrado, completamente enloquecido. Lo abraza. Lo besa. Intenta tapar la herida. Intenta retroceder en el tiempo, en el espacio. Que no haya sucedido. Que nada de esto haya sido más que un fatal sueño. Solo logra cubrirse la cara con sangre. Con sangre de muerto.
-Te quiero tanto. Te quiero tanto. Te quiero tantísimo...
Ya es suficiente. Carol se levanta de su asiento, tira la colilla, y se acerca a él, con los ojos arrasados en lágrimas, mitad de risa, mitad de dolor.
-Me quieres. Me quieres mucho.
-Sí...
-Me quieres más que a nada en este mundo.
-Sí... te quiero, Carol.
-Si tanto me quieres, cabrón desagradecido...-se acuclilla junto al cuerpo, aplasta su cara contra la de él, agarra su cabello, lo araña- SI TANTO ME QUIERES, ¿POR QUÉ ME HAS MATADO?

     Suena Johnny Cash en la doscientos treinta y tres.

Foto: ippiki-wolf

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