domingo, 30 de septiembre de 2012

La inconsciente crueldad de Dios

Es una víctima. Es un suicida que no quiere morir. Es una niña llorando porque ha metido la mano entre un montón de rosales, y ahora sangra.

Su soledad, real y sin remedio existente, es una muestra de la inconsciente crueldad de Dios. Porque Dios lo sabe. Debe saberlo. Tiene que saberlo.

Pero Dios no sabe nada.

Es la llave de una puerta sin cerrojo que nunca, jamás, en ninguna circunstancia, se abrirá y mostrará el otro lado. Una ventana sin cristales sellada por una cortina de acero indestructible.


Es la sombra de lo que una vez fuimos, y la sombra de lo que una vez seremos.

Sus sueños nacieron quebrados en la mente quebrada de una mujer quebrada, ajada por el periodo de tiempo, breve pero eterno, que no quiso ser humana.

No ver, no oír, no hablar.


No sentir.


No ser.
 

Isabel se fue



Isabel se fue el mes pasado. Isabel es mi hermana mayor. Mamá dice que no va a volver, que, cuando alguien muere, nunca vuelve. Pero mamá dice muchas cosas que no son verdad.

Isabel siempre me prometía que jamás me dejaría. Luego mamá venía y se enfadaba con Isabel porque no tenía que mentirme. Mamá decía que las promesas no valen nada, y que fiarte de ellas no traía más que dolor. Mamá decía esto porque papá siempre prometía cosas y nunca las cumplía. Un día, papá se fue a trabajar y, como todas las mañanas, prometió que volvería por la noche. Pero nunca volvió. Papá murió, a pesar de que hizo una promesa. Y por eso mamá odia las promesas.

Pero Isabel nunca me mentiría.


Mamá se va por las mañanas a trabajar, y no vuelve hasta la noche. Antes de salir por la puerta, siempre me recuerda las tres reglas que, bajo cualquier circunstancia, debo cumplir:

No salgas de casa.
No abras la puerta a nadie.
No hagas promesas.


Como mamá no me deja traer amigos a casa, me aburro mucho. Cuando no sé qué hacer, me repito en voz alta, una y otra vez, las tres reglas:

No salgas de casa.
No abras la puerta a nadie.
No hagas promesas. No hagas promesas. No hagas promesas...

Qué regla más estúpida. Las promesas son buenas. Las promesas se cumplen. Mamá no me trata bien porque nunca me hace promesas.


Pero Isabel .

Las promesas de Isabel siempre eran buenas, y siempre se cumplían.

Isabel se fue el mes pasado. Mamá dice que no va a volver, que, cuando alguien muere, nunca vuelve. Pero mamá dice muchas cosas que no son verdad.

E Isabel, como prometió, ha vuelto.