viernes, 31 de mayo de 2013

Huellas en el jardín

- ¿Por qué te escondes?
     Carol no responde. Solo se da media vuelta y sigue corriendo, alejándose de mí una vez más. Miro a mi alrededor. Estoy en un bosque luminoso, cálido y de aspecto inmortal. Hace tan solo cinco minutos me había quedado dormido en el sofá del salón. Pero ahora... ahora estoy aquí. Sé que se trata únicamente de un sueño. Sé que es una de las ilusiones de Carol, una artimaña. Necesito a Carol para vivir, y ella me necesita a mí para seguir existiendo. Y este es nuestro rincón, nuestro plano de existencia. El bosque favorito de Carolina Bianco. El lugar que siempre soñó. Aquí es donde siempre nos encontramos. Pero no así.
      Carol nunca huye. Carol nunca desaparece entre la maleza. Jamás se aparta de mi lado. Pero esta vez sí. Echo a correr detrás de ella, dejando atrás árboles y matorrales de colores imposibles. Carol se gira hacia mí de vez en cuando, solo para comprobar si sigo allí, pisando sus huellas, bebiéndome su rastro.

      La he perdido de vista. Se ha desvanecido. El bosque se ha tornado más sombrío y ya no se parece a nuestro particular jardín del Edén. Me estoy asustando.
- ¡Carol!
      Nadie contesta.
- ¡CAROL, DÓNDE DIABLOS ESTÁS!
      Tengo miedo, Carol. Tengo tanto miedo sin ti. Se me encoge el estómago. Me duele la cabeza. Me miro las manos, y las siento tan viejas, tan arrugadas, tan efímeras... todo por su culpa. Tengo que encontrarla. Escudriño todos los rincones del claro en el que me encuentro. Por favor. Por favor, por favor, Carolina. Aparece ya.
      Sigo corriendo. Oigo algo, un sonido lejano. Una melodía tenue, lenta, calmada. Dolorosamente familiar. El bosque en sombras desaparece y despeja el camino a una llanura reluciente, infinita, un mar de hierba dorada que brilla de forma irreal. De nuevo la melodía, pero ahora suena más cercana. A unas decenas de metros, en el centro de la llanura, Carolina Bianco. Bailando lentamente al ritmo de nuestra melodía. Mirándome. Mirándome de esa horrible forma, de esa desgarradora forma que me despedaza el corazón. Mirándome con esos ojos que me dicen, sin un ápice de piedad, "Recuérdalo, Izzy. Estoy muerta."




No sabe nada

- Acabaré cayendo. Todos caemos.
- Caeré contigo. Lo sabe Dios.
- Dios no sabe nada.


jueves, 30 de mayo de 2013

El aniversario, segunda parte

- ¡Hola!
      Me giro hacia mi alegre interlocutora, devolviéndole el saludo con un gesto con la mano.
- ¿Un mal día? -me pregunta mientras se sienta en el sofá, justo a mi lado-. Tienes cara que haber pasado un mal día.
- Regular -me limito a responder. Amelia me mira fijamente, como esperando una respuesta más extensa-. ¿No tienes nada que estudiar?
- He decidido que quiero conocerte mejor -me dedica una sonrisa de oreja a oreja, dispuesta a interrogarme hasta el hastío-, no sé prácticamente nada sobre ti.
- Llevamos compartiendo piso, cuánto, ¿cuarenta y ocho horas? No sé qué esperabas saber sobre mí.
- Todo, bobo -me propina una golpecito en el hombro, tomándose, a mi juicio personal, demasiadas confianzas para conocerme desde hace solo dos días-. Tus sueños, tus esperanzas, tus pesadillas, tu peso ideal...
      Ríe burlona, y yo quiero levantarme del sofá, darle la espalda y no volver a ver su cara hasta mañana. Sin embargo, hay algo que me lo impide. Carol me observa desde el otro lado del salón, decepcionada. Joder, no. No me mires así, Carol. No quiero seguir hablando con esta maldita cría.
- No tengo sueños. Los sueños se rompen.
      Amelia deja de reírse y se pone muy seria de pronto.
- O sea, que eres un amargado.
- Soy un amargado -no pienso discutir con ella. Hoy no.
      Se levanta del sofá y empieza a dar vueltas por el salón, bailando tan arrítmicamente la canción que suena en la televisión, que me pone nervioso. Contonea sus caderas como si le fuera la vida el ello, y agita su corta melena castaña de forma casi ortopédica. Se gira hacia mí, se echa a reír estúpidamente y sigue bailando. Repite la humillante escena un par de veces más antes de rendirse. Ha entendido que no va a conseguir hacerme sonreír.
- Un amargado de los de cuidado. ¿Cómo consigues no suicidarte cada vez que amanece un nuevo y hermoso día en tu gris y vacía vida?
      No respondo, solo me encojo de hombros. Quizás porque no me da la gana responder. Quizás porque yo me pregunto lo mismo todas las mañanas.
     Tras varios fallidos intentos de entablar una conversación, Amelia parece resignarse. Carol se encuentra a su lado, como intentando hacerme sentir culpable. Pero no voy a ceder. Es un mal día. Es un horrible día. Hoy hace un año. Un año entero. Hoy tengo derecho a ser un hijo de puta.

Foto: Roinja

miércoles, 29 de mayo de 2013

El aniversario, primera parte

      Es un mundo raro. Es un mundo imprevisible, pienso. Apuro mi cigarro y me tumbo en la cama. Necesito una siesta. Carol me mira desde el otro lado de mi habitación, sentada en un taburete. Su vestido blanco, impoluto, su melena, lisa, azabache, infinita. Me doy la vuelta en la cama, no me apetece hablar. Pero ella está ahora tumbada a mi lado.
- Hoy hace un año - le digo, rompiendo el silencio. Sonríe patéticamente, y mis ojos se humedecen. 
- ¿Cómo lo llevas? 
- Lo llevo - le doy la espalda de nuevo, y ahí está, otra vez, en el taburete, junto al escritorio.
- Te echo de menos, Izzy.
- Yo también. 
Cierro los ojos, deseo que se largue, pero Carol no parece captar la indirecta y sigue hablándome.
- ¿Me vas a contar qué tal es tu nueva compañera de piso?
- Amelia.
- Amelia. Es guapa.
- Cállate, por favor - agarro la almohada y se la lanzo con fuerza, pero ya no está ahí. 
      Me hace un mohín desde el umbral de la puerta. No quiere entender que no es el momento. Un día como hoy, no quiere entender que estoy roto, que solo quiero aislarme del mundo real y no pensar en nada más. Ojalá pudiera golpearla en este mismo instante.
- Por favor, Carol. Por favor. Vete.
Carol parece enfadarse. 
- Eres imbécil - me responde. 
      Y yo intento replicarla, pero ya no está. Una vez más, estoy solo en mi habitación, y todo lo que queda de Carolina Bianco es una carta en la estantería y una foto suya colgada en la pared.

Foto: Nemisia

martes, 28 de mayo de 2013

La primera llama del incendio

Plano detalle de tus manos, frágiles, encendiendo una pequeña cerilla. Un primer plano de tu rostro. Lo he visto relucir con la intensidad de una linterna en un pozo de sombras, pero hoy lo noto apagado. Rímel corriendo por tus mejillas. Plano medio de tu cuerpo, diminuto, delgado y dócil, acuclillado sobre la hierba. Un plano general, tuyo y mío, en un claro del bosque. Quiero detenerte, pero estoy inmóvil. Primerísimo primer plano y me miras sonriendo. Una sonrisa tan desgarrada, unos labios tan temblorosos, que entiendo que ya no puedo pararte. Un plano detalle, y tus manos acercando la cerilla a la hierba seca. Me miras. Te confiesas con la mirada. Tus ojos te delatan. Un "lo siento", y entonces, el incendio.

Gran plano general. Bosque y fuego.

Foto: Aaron Nace

domingo, 26 de mayo de 2013

Ciudad de vacío

Y ahora tengo la sensación de que la tormenta no está en mi cabeza, si no en mis entrañas. Se bebe cada uno de mis pasos y los convierte en una pulpa sombría, en un hediondo rastro de tinta negra que reescribe mi pasado y destroza lo vivido. Ahonda en lo más profundo de mi mente y despedaza sin un ápice de piedad todas las cosas buenas que aún quedan en ella. Es diciembre en esta ciudad, mi ciudad. La ciudad vacía en la que solo yo me alojo. Porque solo quedo yo. Yo y nadie más. Se ha hecho de noche antes de que se ponga el sol, aquí, en mi ciudad vacía. Es demasiado tarde para empezar a vivir, y no hay marcha atrás que valga. Y la tormenta, esa sombra que me sigue allá a donde vaya, me rodea y constriñe con más fuerza cada vez, quizás rencorosa, quizás inconsciente. La tormenta me odia y me ataca aquí, en lo único que me pertenece, en mi ciudad de vacío.

Es diciembre en mi ciudad de vacío. Hoy. Mañana. Ayer.

Siempre es diciembre en mi ciudad de vacío.

Foto: Jevgenija Bitter

domingo, 19 de mayo de 2013

Manifiesto de Pandora

      Es tan infinito el lienzo como el tiempo. ¿Cuándo va a terminar todo? ¿Por qué esta opresión, tan profunda, tan en el fondo? ¿Qué diablos somos? Hay lugares de los que nadie regresa jamás. Hay fronteras que nunca nadie ha traspasado. Hay tanto. Y no entendemos nada. Es devastador. Oprime el saber. Oprime el desconocimiento. Hemos nacido para vivir oprimidos. Oprimidos por la verdad, la mentira, el tiempo, el infinito. Las alianzas más fuertes se separan. Justo antes del final, todo termina. Y después, el caos. He pensado tantas veces en ese caos, que lo siento mucho más cercano. Más real que el orden. Más real que la propia vida. Existen tantas posibilidades de todo. En un lienzo infinito, las posibilidades son infinitas. Los números lo son, ¿qué vamos a decir de las oportunidades? Todo infinito. Todo eterno. Todo efímero.

Foto: Daniel Jaén

      ¿Me entendéis ahora cuando digo que lo único que quiero es huir? Es demasiada presión en mi diminuta mentalidad humana. Es demasiado en lo que pensar, y el tiempo es insuficiente. El tiempo, tan infinito como todo lo anterior, es irrisoriamente insuficiente. Solo somos criaturas nacidas por azar. Somos lobos, perros, gatos, simios, moscas. Animales. Bestias. Pero no, no podíamos ser iguales. Yo no pedí pensar. Yo no pedí una vida de dudas, una existencia de angustia. Yo no pedí esta maldita tortura. Nunca quise formar parte de este caos consciente, de esta matanza indiscriminada de sueños en la que consiste vivir. ¿No merezco paz? ¿No merezco seguridad? Merezco ser feliz. Merezco que no me pisoteen. Todos lo merecemos. Y cuando no lo recibimos, cuando no tenemos lo que nos merecemos, es cuando nos convertimos en monstruos. He perdido tanto tiempo intentando comprender las cosas, que hasta hacía poco no me había dado cuenta de la de momentos que no he podido vivir. Destruimos con y sin conocimiento. Somos el villano del cuento. Bienvenidos al libre albedrío. El libre albedrío es lo que nos permite elegir, lo que nos permite crear. El libre albedrío creó las pirámides, las ciudades, los libros. El libre albedrío creó la mentira, la piedad, la corrupción, el poder. El ser humano, rebosante de libre albedrío, creó al Diablo. ¿Me entendéis ahora?

viernes, 17 de mayo de 2013

Justo antes del final

Justo antes del final, escribiré de cuando nos fumábamos los defectos. Escribiré de nuestro paso por el mundo, invisible pero glorioso. Escribiré de pasiones inverosímiles y de momentos sempiternos. Pero no de ti. No escribiré de ti.

No intentes pararme. Justo antes del final, no intentes detener esto. Soy débil. Soy cobarde. Soy compasivo. Pero también soy orgulloso. Más que nadie en el mundo. Hay palabras más vacías que el silencio. Hay miradas más dañinas que un insulto. Desaparecer es tu aventura, no la mía. Ve tú delante, que yo te alcanzaré más tarde, cuando ya te haya olvidado. Ve tú delante, despeja el camino. Ve dejando piedras en el sendero, piedras guía que yo convertiré en rencor. Ve tú delante. Con suerte, antes de que se ponga el sol, justo antes del final, te habré perdido de vista.

Fotografía: Tom Hoops

miércoles, 15 de mayo de 2013

La alambrada

Jugamos, gritamos, retuerces la alambrada, cuando llegue el final tu ascensión será dorada. En pozos de vacío, en templos de esmeralda, un fuego denso y frío romperá de madrugada. Un punto, infinito, negro, indolente, se abre en tu pecho, me encuentra entre la gente.

Camino, descanso. Los dedos en la arena. Sonríe, sigue atento. No llores, no des pena. Atravieso las playas, el sol y la montaña, me pierdo por fronteras, te encuentro, te callas. Perdemos el momento y al final no das la cara, me encierro, me arrepiento, lo dí todo y tú nada. Se han largado los cuentos, los "te quiero", la esperanza, no queda nada cierto, te rompes, te arañas.

Camino, camino, desgasto la calzada. Te olvido entre la bruma que ornamenta la mañana. Y vuelvo al viejo muro, pasajes de cloacas, regreso a los cimientos, llego de madrugada. Te vas y lo lamentas, mil cosas no pasadas, lo ves injusto y negro, oxidas tu mirada. Y se cierran los hechos, sonríes, no caigas. Te he dejado marcharte y no me importa nada.

viernes, 10 de mayo de 2013

Maniobra de Heimlich

Suena Johnny Cash en la doscientos treinta y tres,
has tirado un vaso y ha caído del revés.
Lo he intentado todo pero no ha salido bien
y has torcido el rumbo de las leyes.

Nos bañamos con lo puesto, no me vayas a robar
los recuerdos y el dinero que gané haciéndolo mal.
y he logrado con el tiempo apaciguar mi tempestad
y te encuentro ahogada en la bañera.

Desfibrilador, por Dios despierta de una vez,
maniobra Heimlich, no te vayas aún, joder.
Dime algo, puta, no te volveré a perder,
y la ley de Murphy nos golpea sin querer,
y allá te vas,
y yo tras de ti.
Y aún no conjugamos bien el verbo "despedir",
y no corras más,
porque voy tras de ti.
Y te encuentro inerte como un puto maniquí.

Y me aferro al hierro que cubre tu odio por mí,
y te saco de los pozos donde te ibas a fundir,
puñetazo en mi mejilla, "esto no termina así",
y te vas, así mejor, ramera.

Han pasado muchos meses y no puedo recordar
la fuente que dio comienzo a nuestro odio irracional,
dos bestias incongruentes de mentalidad fatal,
somos la basura de este mundo.

Me llamas por la mañana, en tu voz noto el pavor,
"Ya no puedo más, me voy" yo: "No lo hagas, por favor".
Llego sudoroso a la doscientos treinta y tres,
sin saber aún lo tarde que es.

Desfibrilador, por Dios despierta de una vez,
maniobra Heimlich, no te vayas aún, joder.
Dime algo, puta, no te volveré a perder,
y la ley de Murphy nos golpea sin querer,
y allá te vas,
y yo tras de ti.
Y aún no conjugamos bien el verbo "despedir",
y no corras más,
porque voy tras de ti,
Y te encuentro inerte como un puto maniquí.

Por Dios no corras más,
porque voy tras de ti,
y aflora el pasado en el que fui una vez feliz.
Que no corras más,
porque voy tras de ti,
maniobra Heimlich en tu inerte maniquí.

Suena Johnny Cash en la doscientos treinta y tres...

jueves, 9 de mayo de 2013

Los abrazos suicidas

Nos daremos los abrazos más suicidas
en tormentas de consuelo y de placer,
en los rastros temblorosos de otras vidas,
en sonrisas dibujadas
sin mirar y sin querer.

Perderemos la conciencia y los recuerdos,
añorando los silencios del ayer,
destrozando todo a base de venenos,
disfrazados en cubatas
de ginebra o de ron miel.

Ves que aquí se ha hecho tarde,
que anochece más temprano cada vez.
Ves que quise engañarte,
que pude olvidarte,
pero estás hecha de venas de papel.

Tiempo y luz