- Hoy hace un año - le digo, rompiendo el silencio. Sonríe patéticamente, y mis ojos se humedecen.
- ¿Cómo lo llevas?
- Lo llevo - le doy la espalda de nuevo, y ahí está, otra vez, en el taburete, junto al escritorio.
- Te echo de menos, Izzy.
- Yo también.
Cierro los ojos, deseo que se largue, pero Carol no parece captar la indirecta y sigue hablándome.
- ¿Me vas a contar qué tal es tu nueva compañera de piso?
- Amelia.
- Amelia. Es guapa.
- Cállate, por favor - agarro la almohada y se la lanzo con fuerza, pero ya no está ahí.
Me hace un mohín desde el umbral de la puerta. No quiere entender que no es el momento. Un día como hoy, no quiere entender que estoy roto, que solo quiero aislarme del mundo real y no pensar en nada más. Ojalá pudiera golpearla en este mismo instante.
- Por favor, Carol. Por favor. Vete.
Carol parece enfadarse.
- Eres imbécil - me responde.
Y yo intento replicarla, pero ya no está. Una vez más, estoy solo en mi habitación, y todo lo que queda de Carolina Bianco es una carta en la estantería y una foto suya colgada en la pared.
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