domingo, 19 de mayo de 2013

Manifiesto de Pandora

      Es tan infinito el lienzo como el tiempo. ¿Cuándo va a terminar todo? ¿Por qué esta opresión, tan profunda, tan en el fondo? ¿Qué diablos somos? Hay lugares de los que nadie regresa jamás. Hay fronteras que nunca nadie ha traspasado. Hay tanto. Y no entendemos nada. Es devastador. Oprime el saber. Oprime el desconocimiento. Hemos nacido para vivir oprimidos. Oprimidos por la verdad, la mentira, el tiempo, el infinito. Las alianzas más fuertes se separan. Justo antes del final, todo termina. Y después, el caos. He pensado tantas veces en ese caos, que lo siento mucho más cercano. Más real que el orden. Más real que la propia vida. Existen tantas posibilidades de todo. En un lienzo infinito, las posibilidades son infinitas. Los números lo son, ¿qué vamos a decir de las oportunidades? Todo infinito. Todo eterno. Todo efímero.

Foto: Daniel Jaén

      ¿Me entendéis ahora cuando digo que lo único que quiero es huir? Es demasiada presión en mi diminuta mentalidad humana. Es demasiado en lo que pensar, y el tiempo es insuficiente. El tiempo, tan infinito como todo lo anterior, es irrisoriamente insuficiente. Solo somos criaturas nacidas por azar. Somos lobos, perros, gatos, simios, moscas. Animales. Bestias. Pero no, no podíamos ser iguales. Yo no pedí pensar. Yo no pedí una vida de dudas, una existencia de angustia. Yo no pedí esta maldita tortura. Nunca quise formar parte de este caos consciente, de esta matanza indiscriminada de sueños en la que consiste vivir. ¿No merezco paz? ¿No merezco seguridad? Merezco ser feliz. Merezco que no me pisoteen. Todos lo merecemos. Y cuando no lo recibimos, cuando no tenemos lo que nos merecemos, es cuando nos convertimos en monstruos. He perdido tanto tiempo intentando comprender las cosas, que hasta hacía poco no me había dado cuenta de la de momentos que no he podido vivir. Destruimos con y sin conocimiento. Somos el villano del cuento. Bienvenidos al libre albedrío. El libre albedrío es lo que nos permite elegir, lo que nos permite crear. El libre albedrío creó las pirámides, las ciudades, los libros. El libre albedrío creó la mentira, la piedad, la corrupción, el poder. El ser humano, rebosante de libre albedrío, creó al Diablo. ¿Me entendéis ahora?

No hay comentarios:

Publicar un comentario