sábado, 29 de diciembre de 2012

Muchas gracias, pero no

Ayer me pasó. Y hace una semana, en Madrid, me pasó.
A veces me descubro a mí mismo llorando y no sé porqué. Bueno, creo que sí sé porqué. No estoy seguro, pero lo creo. Creo recordar que solo lloro por cosas que no tienen solución. Solo lloro cuando alguien me pregunta si estoy bien, y yo le digo que sí, y ese alguien me dice que se lo cuente, que me pase lo que me pase, me voy a sentir mejor porque me voy a desahogar y voy a mirar el problema desde otro puto de vista. Ahí es cuando lloro. En el justo y preciso momento en el que recuerdo que mi problema no tiene solución, que voy a morir con él a mis espaldas y pienso que la gente que llora porque ha cortado con su pareja o porque no encuentra su camisa favorita son unos hijos de puta y no puedo evitar cagarme en sus muertos.

Luego les pido perdón mentalmente porque tienen todo el derecho del mundo a llorar por lo que ellos quieren. Es su vida.

No me jodas, ¿de verdad mi mayor problema es que la gente intente ayudarme? Ostias, sí.
Muchas gracias, pero no. Gracias por intentar salvarme, pero me estás destrozando, joder. Déjame, por favor. Hagamos como que estoy bien. Por favor. Deja de preguntarme. No te fijes en mí. JODER. QUE ME DEJES EN PAZ.

¿Y cómo rechazas la ayuda de la gente a la que quieres? Fácil, no puedes. Tarde o temprano, no puedes seguir haciéndolo. Así que te resignas y lloras. Te resignas y dejas que aquellos que quieren salvarte te maten poco a poco, sin prisa pero sin pausa, sin ni siquiera saberlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario