sábado, 29 de diciembre de 2012

No rota del todo

No quiere morir. Le duele la idea de morir. Le aterra el simple hecho de saber que tarde o temprano morirá.
Pero tampoco le interesa vivir.

¿Qué, entonces? ¿Qué diablos pasa por su cabeza entonces, joder?

Yo qué sé. A veces pienso que es todo cuento y que estamos metidos de lleno en la mayor broma de mierda que me han hecho en mi vida. Joder. Es que no es normal.
Pero luego viene, con sus sonrisa de niña inmadura rota por dentro, y yo me rompo con ella. Por fuera no, porque soy un hombre. Porque los hombres no se rompen, eso es lo que me han enseñado. Pero por dentro de mí, me hago pedazos.

Y Mamá me dice que ella a su edad era igual y yo me quiero reír en su cara. Porque perdóname, Mamá, pero tú no tienes ni puta idea de qué coño es lo que está pasando aquí. Pero no me río. Ni le digo nada. Dejo que siga. Que diga lo que quiera, es mi madre, ¿vale? Tiene permiso para equivocarse todo lo que quiera.

Entonces, me pregunto, cómo diablos vamos a ayudarla. Porque ella no puede hacer nada. Y yo sólo, tampoco. Joder. Estamos en problemas, ¿eh?
Pero no pasa nada, porque no va a dejarse morir. Eso es lo único seguro en esta gran falsa broma. Que no se dejará morir. Tenemos todo el tiempo del mundo para devolverle la sonrisa. Y procuraremos, esta vez, que no esté rota. No rota del todo.

Cuando veamos que tampoco se deja vivir, que ya solo es silueta, por favor, recordad su vestido azul, su pelo demasiado corto, y que todavía nos sonríe desde nuestro viejo álbum de fotos. Entonces, pase lo que pase, volverá a ser ella.

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