sábado, 3 de agosto de 2013

Gloria no sabe vivir

      Gloria tenía veinte años y no sabía vivir. Dormía, comía, hablaba, respiraba, pero no sabía vivir. Sus padres se preocupaban mucho por ella y se gastaban ingentes cantidades de dinero en especialistas, pero todos ellos llegaban siempre a una única conclusión: "Su hija Gloria no sabe vivir."

      Gloria tenía un vecino que se interesaba siempre por ella, un chico calmado y muy silencioso. Se conocían desde hacía mucho tiempo y tenían más o menos la misma edad. Y aunque era lo más parecido a un amigo que había tenido, él nunca le había dicho su nombre. Pero eso a Gloria no le importaba, porque él era el único que no se preocupaba por ella, y que la aceptaba tal como era. Muchas veces, Gloria pensaba que si hubiese sido una chica normal, si hubiese sabido vivir, habría estado enamorada de su vecino. El resto del barrio, sin embargo, lo consideraba demasiado raro y trataban de acercarse a él lo menos posible.

      Un día que Gloria se encontraba en un parque, paseando, respirando, observando, pero no viviendo, una niña se acercó a ella con mirada curiosa, y le preguntó que qué le pasaba, que veía que estaba allí, en el parque, muy cerca de ella, pero que a la vez la sentía tan lejana y tan invisible que asustaba. Gloria sonrió torpemente a la niña, y le dijo las siguientes palabras:

      "Yo no sé vivir, pequeña. Yo no comprendo eso que hacéis vosotros, no entiendo cuál es el fin de vuestra existencia, no soy capaz de amar algo y aceptar que, tarde o temprano, ese algo desaparecerá. No quiero amaros, desearos y luego perderos. No sé cuál es el truco, no tolero ese sufrimiento que vosotros parecéis disfrutar y nunca, nunca querré aprender a vivir, porque eso significaría que en realidad, no acepto la muerte, y que me iré de ese mundo en contra de mi voluntad. Y la voluntad, la libertad, es lo único que nos queda. Por eso mismo no sé vivir."

      Los días pasaron y todo el barrio había oído ya, en boca de la niña, las palabras de Gloria. y la gente dejó de preocuparse por ella, para empezar a rechazarla. ¿Qué problema tenía? ¿Acaso se creía mejor persona que ellos, solo porque era como un autómata sin sentimientos? Así que poco a poco, Gloria se fue quedando completamente sola, aunque a ella eso no le importó, y el único que aún siguió saludándola fue su silencioso vecino.

      Gloria comenzó a preguntarse un día por qué el chico era el único que no le había retirado la palabra, y esa misma pregunta le hizo la siguiente vez que se vieron, a lo que él respondió:

"¿No eres tú también la única que me acepta en este barrio? ¿No eres tú la única que disfruta de mi compañía, aún siendo yo tan silencioso? Yo te aprecio porque tú me aprecias, yo te acepto porque tú me aceptas. Estamos condenados a entendernos. Yo te quiero, te quiero mucho. ¿Quién si no yo iba a querer con toda su alma a la chica que no sabe vivir? ¿Quién, si no la calmada y silenciosa Muerte iba a quererte tanto, Gloria?"

      Y entonces Gloria comprendió quién era él, y supo que, a pesar de no haber sido nunca una chica normal, a pesar de no haber sabido vivir, pudo querer a alguien, pudo abrazarlo y pudo desearlo y pudo sentirlo, y pudo dormirse en su regazo, junto al rellano de la escalera, para no despertarse nunca más.

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