miércoles, 25 de junio de 2014

Tus cuentos podridos

      Ayer noche reabrí los cajones de tu habitación, aquellos que cerraste hace ya incontables eras. Todo lo que había eran papeles viejos y caramelos sucios. Bueno, y tus cuentos. Tus cuentos podridos. Volví a leerlos. Una última vez, por lo menos. Para recordar de nuevo qué fue lo que nos pasó. Pasé las páginas lentamente, deleitándome en tus versos tristes, en mis dibujos arrugados, en todo aquello que una vez tuvimos y no supimos apreciar, y en todo aquello que nos negamos a destruir. Y entre esos capítulos perversos, crueles y punzantes como agujas, encontré tus palabras más terribles.

      "Supongo que siempre hay una despedida. Supongo que debemos rendirnos, que no podemos seguir luchando contra nosotros mismos. Supongo que esto ha sido todo. Ya solo resta abrirse a lo oscuro, dejar de lamer aquel que fue, una vez, nuestro caos más personal. Ya solo queda olvidar."

      Debería haber estado preparado para esto. Después de tanto tiempo, por lo menos podría no haberme dolido. Joder. Esto es un final. Ahora, por fin, me doy cuenta de que esto es el puto final. Y por primera vez en todos estos años, soy tan consciente, soy tan jodidamente consciente, que lo único que quiero es arrancar la última hoja de tus cuentos podridos y desgarrar mi cuello con su filo. Lo único que quiero es destrozar mi puta garganta y dejar de fluir imparable. Porque, definitivamente, ya no somos los reyes de nada. 

      Ya no hablaré más sobre ti. Ya no hablarás más sobre mí. Ya no hablaremos más sobre tus monstruos, sobre el horror, sobre el arte, la locura, las costillas. Ya no estamos unidos en un único cuerpo, ni danzamos imperturbables. Ya no somos bestias, ni ángeles, ni aves resurgiendo de nuestras cenizas. Deduzco, entonces, que así terminan tus cuentos podridos.

      Hasta nunca, cariño mío.

      Que te jodan.

4 comentarios: