jueves, 12 de junio de 2014

Anatomía de nuestros pedazos

      Qué poco queda ya de nosotros. Toda nuestra carne fundida y nuestros huesos astillados y nuestras almas perforadas. Todo lo que no está vivo y, más profundamente, todo lo que no está muerto. Luego están los demás. A sus ojos somos repulsivos. A sus ojos somos rugosos y dañinos, y desprendemos un olor hediondo que los mantiene lejos, muy lejos. Mejor será, ¿no crees? Imagínate todo el espacio del mundo para nosotros, para rebañarnos hasta la sangre. Imagínate todo el tiempo del mundo para nosotros, para que nuestros cuerpos dancen infinitos como uno solo, como una bailarina imperturbable. A mí también me aterrorizan estos impulsos desquiciados, estas ganas imparables de arrancarnos los pedazos, de ser deseo, deseo, deseo. Tus piernas entrelazadas con mis piernas, y tus brazos entrelazados con mis brazos, como sierpes siamesas. Mi boca y tu cuello, tu boca y mi cuello, y los labios en las tripas y las lenguas lamiendo nuestras esencias. ¡Ya ni siquiera sabemos lo que sentimos! Solo queda el instinto. Instinto salvaje e incontrolable. Solo instinto y sangre y piel y saliva y placer. Y después, después ya nada. Creo que no hay nada. Y si lo hay, no quiero saberlo.

2 comentarios: