martes, 29 de diciembre de 2015

Mierda

      Tengo un recuerdo precioso y feísimo que no creo que vaya a perder nunca. Tus mejillas rojizas y tus ojitos empapados en lluvia y en lágrimas. Está todo perfectamente grabado en mi cabeza. Era marzo o abril o mayo y tú vestías de rojo o azul o gris. Me dijiste las palabras más bonitas u horrendas que jamás se habían formado entre tus cuerdas vocales y yo no supe qué contestarte. O sí. Puede que te dijera algo. Seguramente no. Seguramente ahora, años después, no tengo ni la más remota idea de qué debería haberte dicho en ese momento. Primero te reíste y luego lloraste o primero te echaste a llorar y luego te empezaste a reír descaradamente. Desconsoladamente. Descaradamente. Me rompiste. Me rompiste, ya para siempre, ya de forma definitiva, y me dejaste sin absolutamente ninguna esperanza de volver a ser lo que fui una vez. Lo único que me consuela es que no queda tampoco mucho de ti. Supongo que de vez en cuando sonríes y que de vez en cuando echas un polvo. Espero que sean polvos de mierda. Y sonrisas de mierda. Espero que tu vida, así, en general, sea mierda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario