martes, 5 de agosto de 2014

Espejismo

      Bailamos durante meses. "Es un vals vienés", me decía. Y yo me dejaba llevar por esa figura, luminosa y tierna. Me dejaba guiar por su luz y por su voz de ángel. Pero hubo un momento en el que intenté acariciar su piel. Parecía brillar con la fuerza de diez soles. Blanca, pura, se veía suave como algodón. Tentaba a mi tacto. Casi me lo suplicaba. Me lo exigía.

      Palpé su piel y se tornó grasienta y grisácea. De pronto, todo se rompió. "Baila conmigo", me volvió a decir. Pero ya no era brillante, ya no era blanca ni pura. Ni siquiera puedo describir aquello en lo que se había convertido. Mi guía. Mi espejismo. Entonces desperté de la ceguera que me había atado durante meses a esta habitación. Me habían engañado. Una vez más, me habían engañado.

      La estrangulé con mis propias manos. La maté. La maté y huí. 

      No vais a vencerme, hijos de puta. No esta vez.

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