lunes, 1 de octubre de 2012

El primer jamás

El gobierno de la calma en nuestras manos. Dos cuerpos infectos, humanos pero imposibles, mojando la alfombra del recibidor. Y un sueño, tenaz e imparcial, que nos oprimía los huesos cada vez que nos recordaba un inminente final.

¿Sintió ella lo que yo sentía? La respuesta se fundía como un copo de nieve entre los poros calientes de su cuerpo de delicia. Y el invierno, blanco y melancólico, era la tranquilidad que precede a la tragedia, un último descanso antes de embarcarnos en un viaje del que nunca regresaríamos.


Y así fue que el tacto frío y lastimero del tiempo fue agrietando la influencia celestial que ella ejercía sobre mi.

Y ella, ella, como fogata de invierno, se extinguió para no volver, convirtiéndose en mi primer y más breve jamás.

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